domingo, 26 de agosto de 2018

Sobre los crímenes de la Guerra Civil y el Valle de los Caídos

Personas asesinadas durante la Guerra Civil (la gran mayoría lo fueron entre el 18 de julio de 1936 y diciembre del mismo año; casi cinco meses y medio de un mar de sangre): por las fuerzas franquistas: 192.000; en zona republicana: 44.000. Asesinados por el franquismo después de la guerra: 20.000 (Paul Preston, 2011). ¡El 1,1% de la población total de España en la época! Otras fuentes elevan la cifra de asesinados tras el fin de la Guerra, una vez instaurada la "paz franquista",-por ejecuciones sumarias o tras parodias de juicios militares-, a 70.000.

Una diferencia cualitativa es importante reseñar: la inmensa mayoría de las víctimas de la zona franquista fueron asesinadas de acuerdo con un premeditado plan de los sublevados de acabar con la vida de militantes y simpatizantes de sindicatos y partidos de izquierda, anarquistas o simplemente republicanos Sus ejecutores fueron partidas de falangistas y requetés, bajo la supervisión de los militares, o directamente por parte de militares o guardias civiles sublevados. Las víctimas en la zona republicana fueron asesinados en una mayoría de los casos por partidas de milicianos o elementos civiles incontrolados (especialmente por partidas anarquistas, que no obedecían a ninguna disciplina, en Cataluña y Aragón), sin intervención del Gobierno de la República. Pero hubo crímenes muy notables en las que sí tuvo responsabilidad directa. El principal, el asesinato, en Paracuellos del Jarama, de 2.400 presos de las cárceles republicanas de Madrid, cuya responsabilidad recae en la Junta de Defensa de Madrid.

¿Ayudará un nuevo Valle de los Caídos a no enterrar la memoria de tanto crimen? Desearía que sí, aunque tengo dudas, porque no puedo dejar de asociar la simbología y la estética de tan feo y funesto monumento al franquismo y al fascismo. En todo caso, Franco es el único de los allí enterrados que no fue víctima de la Guerra Civil sino actor principal de su desencadenamiento y de su barbarie. Un dictador criminal no puede tener ningún monumento público.

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