Las
revelaciones efectuadas por Financial Times (FT) en sus ediciones electrónicas
de ayer, 24 de junio, sobre la contrapropuesta que el FMI y el Eurogrupo han hecho, en la senda
de la vieja Troika, al nuevo plan
griego presentado por Alexis Tsipras en la cumbre informal del Consejo del 22
de junio -y que supuestamente obtuvo el beneplácito de los allí reunidos-, son
una muestra más del intolerable y antidemocrático acoso que los líderes
políticos europeos y del FMI están sometiendo al gobierno democrático de un
Estado miembro de la Unión Europea. Acoso que busca ante todo la derrota
política, o el máximo desgaste político, del Gobierno de Syriza, y evitar que
un buen acuerdo para el pueblo griego pudiera favorecer las expectativas
electorales de los partidos emergentes de la izquierda europea. Se basa no en
razones de racionalidad económica, sino en motivos estrictamente ideológicos y
de cálculo de oportunidades y ventajas políticas.
Lo
esencial de las revelaciones de FT es que, impulsados por el FMI y el ministro
de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, "los
acreedores" (nombre colectivo por el que se quiere ahora describir a la
vieja Troika cuando sus componentes actúan
juntos) han rechazado la propuesta del Gobierno griego, y presentado una
contrapropuesta con cambios sustanciales que sólo pretenden endurecer el ajuste
y, sobre todo, hacer que caiga exclusivamente sobre las espaldas de trabajadores
y pensionistas y no sobre las de los empresarios. Lo hacen con un descaro sin
límites y actuando como si ellos fueran el gobierno democrático de Grecia,
invadiendo sus competencias y entrando hasta en los pequeños detalles.
La
nueva vuelta de tuerca del FMI y el Eurogrupo, según el texto de la
contrapropuesta a la que ha tenido acceso FT, se centra sobre todo en la
reforma de las pensiones en el doble sentido indicado: por una parte exige que
el aumento de la edad de jubilación a los 67 años termine de aplicarse en 2022,
en lugar de en 2036 como establecía la primera propuesta del Gobierno griego, y
que la paga extra compensatoria para las pensiones más bajas se elimine en
2017. En sentido contrario, la Troika pretende "eliminar la mayoría de las
contribuciones y tasas que estaban en el nuevo plan de Tsipras, incluyendo el
aumento del 3,9% en las contribuciones de los empleadores al principal plan de
pensiones". No se puede olvidar que los pensionistas y los trabajadores
griegos ya han sufrido severos recortes, en sus pensiones vigentes y en sus
derechos futuros, como consecuencia de los dos planes de rescate anteriores.
Para
que termine de quedar bien claro quienes no deben pagar los costes de la deuda,
el FMI y los ministros de economía y finanzas del Eurogrupo echan abajo la
propuesta del Gobierno griego de incrementar los recursos del Estado mediante
la subida del impuesto de sociedades: de modo general del 26% al 29% -sólo
admiten hasta el 28%- y una aportación única en 2015 del 12% de los beneficios
empresariales por encima de 500.000 euros. Esta última la rechazan del todo.
Todo
esto para que Grecia pueda terminar de recibir los 7.200 millones de euros del
último tramo del 2º rescate, cuando en lo que va de año Grecia ha devuelto ya a
sus acreedores de la Troika 18.927
millones, y tendrá que devolver otros 18.668 millones en lo que reste de 2015[1]. Es decir, como todos los
préstamos anteriores, la mayor parte del mismo se empleará en devolver otros
préstamos a los mismos acreedores. La deuda pública griega total, a finales de
2014, alcanzaba un valor del 185% del PIB, tras la quita del 52% del nominal de
su valor en manos de acreedores privados en 2012. Está engrandecida por la
caída del PIB en un 25%, en buena parte motivada por las políticas de
austeridad que todavía pretenden Schäulbe y el Eurogrupo mantener con un
obstinación suicida.
Cualquier
economista serio sabe que las deudas no pueden devolverse cuando se establecen
políticas que hacen que los ingresos, dependientes de la demanda, caigan. Pues
bien, el seguir imponiendo a Grecia más austeridad a pesar del fracaso -para
toda Europa- económico con insostenibles secuelas de paro, pobreza y
desigualdad, se ve acompañado de otras posiciones que terminan de desvelar las
auténticas intenciones de unos líderes que están llevando a la UE al desastre:
negativa a que en el acuerdo figure ninguna referencia a una futura e
imprescindible reestructuración de la deuda, ni tampoco lo que podría
corresponderle a Grecia del limitado Plan Juncker de inversiones (que debería
haberse aprobado al terminar junio pero que no se sabe cuando lo será, como
siempre ocurre con todo lo que pueda compensar los ajustes y la austeridad).
La
responsabilidad del FMI y, en particular, de su presidenta, Christine Lagarde,
en este último episodio del acoso de la Troika al Gobierno de Syriza es de
primer orden. Y se produce cuando cada vez más estudios producidos por una
parte de sus propios expertos van mostrando de manera inapelable que la
austeridad que se pretende seguir manteniendo contra Grecia ha sido un fracaso.
Es
posible que al final prevalezca la racionalidad y el interés por evitar las
consecuencias financieras, económicas y políticas para toda la UE de una
quiebra del Estado Griego. Es posible, por lo tanto, que termine alcanzándose
un acuerdo, y que éste último episodio del acoso al gobierno griego sólo
pretenda sumar activos en la mochila del desgaste político de Syriza y de sus
aliados europeos. Pero lo que demuestra de forma indudable, por si no hubiera suficientes
pruebas anteriores de ello, es que las razones principales de la conducta de
las instituciones de la UE y del FMI en el caso griego son ideológicas y
políticas, de la peor muestra del neoliberalismo económico contemporáneo,
trufado con vicios tan peligrosos como el cortoplacismo, el sectarismo, el poco
respeto por la transparencia y la democracia. En suma, quienes gobiernan
Europa y las instituciones financieras internacionales carecen de proyecto
válido para la mayoría de la gente.