miércoles, 6 de enero de 2016

El escandaloso caso de la desigualdad en España: el papel de los salarios

Este artículo ha sido publicado el 6 de enero de 2016 en:bez

España registra 13,5 millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social. La pérdida media del poder adquisitivo de los salarios españoles fue del 5,3% entre 2009 y 2014, porcentaje que muestra hasta qué punto los salarios se han convertido con la crisis en factor de desigualdad. ¿Sería mucho pedir que un programa integral de acción por el empleo de calidad y contra las desigualdades sociales y la pobreza se sitúe en el centro del debate político y del programa del nuevo Gobierno?

Como es bien sabido, aunque algunos se empeñen en disimularlo o negarlo, la consecuencia más indeseable de la crisis y de su gestión política ha sido un gran incremento de la pobreza y la desigualdad. Una parte de estos dos fenómenos son debidos a los niveles tan elevados de paro, promovidos por una equivocada política económica. Otra parte tiene su origen en decisiones políticas en diversos ámbitos: laboral, fiscal y presupuestario.

Sobre pobreza, los últimos datos de Eurostat son elocuentes: entre 2008 y 2014 el porcentaje de personas en riesgo de pobreza o exclusión social subió, en España, 5,7 puntos, hasta situarse en el 29,2% de la población (13,5 millones de personas). La pobreza severa alcanzó, en 2014, al 6,85% de la población (3,2 millones). Con esas cifras, España se sitúa en el grupo de países europeos con mayores niveles de pobreza.

La disminución de los salarios y el aumento de la desigualdad en el ámbito primario de la distribución de la riqueza –la empresa y el sector económico, a través de la negociación colectiva- ha sido una consecuencia conscientemente buscada por los responsables políticos europeos y españoles a través de las reformas laborales

Cuarto mundo
El Informe del Banco Mundial 2015 proyecta que la pobreza en el mundo habrá disminuido de 902 millones de personas, es decir, el 12,8 % de la población mundial en 2012, a 702 millones de personas, esto es, el 9,6 % de la población mundial en 2015. La mayoría de estas personas se ubican en países del llamado “tercer mundo”. Pero existe una pobreza en los “países ricos”, que se conoce como “cuarto mundo”. Estos millones de personas viven en inferioridad de condiciones, con respecto al nivel de vida medio de dichos países. Como se trata de una perspectiva comparada, este enfoque se denomina “pobreza relativa”. Se distingue así del concepto de “pobreza absoluta”, que se aplica a quienes no llegan a un estándar mínimo de vida o consumos mínimos para garantizar la supervivencia. 

A partir de la armonización de indicadores realizada en el marco de Eurostat, la Estrategia EU2020 puso en marcha un indicador específico, denominado Arope (At‐Risk‐Of Poverty and Exclusion), o tasa de riesgo de pobreza y exclusión social. Como está armonizado a nivel europeo, permite comparar entre países. El indicador complementa la medición de la pobreza, basada en lo monetario, con aspectos de exclusión.  

Gini y 20/20
El índice de Gini subió en España desde el 31,9 de 2007 hasta el 34,7 de 2014
Los datos sobre la desigualdad en la distribución del ingreso y su velocidad de crecimiento son aún peores. Siguiendo también a Eurostat, el índice de Gini subió desde 31,9 (2007) hasta 34,7 (2014). Este alza de un 8,7%, es, con mucha diferencia, la más fuerte que conoce la historia de las estadísticas europeas durante un período de tiempo tan limitado.

Mientras que el valor medio del índice de Gini pasaba, en la UE, de 30,6 (2007) a 31,0 (2014), en España crecía desde un valor algo por encima del medio hasta situarnos en el segundo país más desigual de Europa, empatados con Rumanía y solo superados por Bulgaria. Con una diferencia: desde que comenzó la crisis, la desigualdad disminuyó en Rumanía significativamente –como ha ocurrido en otros países europeos- y permaneció estable en Bulgaria.

El otro gran indicador de la desigualdad, el cociente entre los ingresos medios del 20% de la población que recibe los más altos y los del 20% que obtiene los más bajos, nos convierte en campeones europeos del crecimiento de la desigualdad. En España, el cociente 20/20 era igual en 2007 a 5,5. En 2014, era igual a 6,8. El indicador había aumentado, nada menos que en un 24%, también a la mayor velocidad que conocen les estadísticas europeas. Esto nos vuelve a situar como segundo país más desigual de Europa, sólo superados por Rumanía cuyo cociente 20/20 era  7,2 en 2014, tras descender de 7,8.
El aumento de la desigualdad en la percepción de ingresos refleja, en mayor medida que el aumento de la pobreza, la incidencia de las políticas neoliberales de mal gobierno de la crisis. Junto con el paro y la disminución de las prestaciones sociales, la evolución de los salarios es la causa principal del aumento de la desigualdad. 

El 10% de los asalariados de menores ingresos perdieron nada menos que el 25,6% de su poder adquisitivo 

Acaba de publicarse en Cuadernos de Acción Sindical de CCOO el análisis de Manuel Lago Peñas (1) sobre la evolución de los salarios entre 2009 y 2014 y la distribución de la pérdida de poder adquisitivo por deciles. En el citado período, la pérdida media del poder adquisitivo de los salarios españoles fue del 5,3%. Pero la distribución de esta pérdida según niveles salariales nos muestra hasta qué punto los salarios se han convertido con la crisis en factor de desigualdad, además de promover el crecimiento de la categoría de “trabajador pobre”. El 10% de los asalariados de menores ingresos perdieron nada menos que el 25,6% de su poder adquisitivo y los siguientes tramos de deciles de menores ingresos el 15,0% y el 10,3%. En el otro extremo, el de los asalariados con mayores ingresos (deciles 7 a 10), las pérdidas de capacidad adquisitiva fueron del 1,8%; 2,0%; 4,0%; y 2,9%, respectivamente.

Desigualdad descarnada, trabajadores pobres 

Y cuando ha llegado el crecimiento, ¿qué ha sucedido? Lo mismo: la desigualdad más descarnada. Según los datos del estudio Indicadores de buen gobierno de las empresas del Ibex35 durante 2014 (2), los primeros ejecutivos de cada empresa elevaron sus retribuciones totales un 80% en 2014, los consejeros un 30%, el conjunto de los directivos un 14,3% y los accionistas elevaron sus dividendos un 72,4%. Por el contrario, los trabajadores vieron disminuir sus salarios en un 1,5%. Así, el año pasado, la media de las retribuciones de los ejecutivos de las empresas del Ibex fue de 90 veces el salario medio de sus trabajadores; la de los consejeros delegados, 158 veces más. 

Muchos trabajadores viven bajo el umbral de la pobreza pese a tener un trabajo y un sueldo
En un contexto de empobrecimiento creciente, tener empleo ya no es una salvaguarda ante las situaciones de pobreza. En estos últimos años la evolución interanual de las retribuciones salariales ha sido negativa; no así la de las rentas del capital, que han experimentado una evolución creciente. Muchos trabajadores viven bajo el umbral de la pobreza pese a tener un trabajo y un sueldo. La crisis ha aumentado en España el índice de la llamada “pobreza laboral”. En solo tres años, de 2007 a 2010, la tasa ha aumentado del 10,8% al 12,3%. 

Esta situación no es fruto de la fatalidad de la crisis, ni siquiera de los daños colaterales no deseados de una política supuestamente necesaria. Es el resultado buscado por los diseñadores europeos de las políticas de austeridad y devaluación interna, aplicadas por sus ejecutores, los Gobiernos de la UE endeudados, periféricos o PIIGS, desde mayo de 2010. Estas políticas, además de insoportablemente injustas, han sido un fracaso en términos económicos, sociales y políticos. En España han sido ejecutadas con resignación o/y convencimiento por el último Gobierno de Zapatero y por el de Rajoy. 

Preconizar, primero; aplicar, después

Los investigadores del Instituto Sindical Europeo (ISE/ETUI) Degryse, Jepsen y Pochet recuerdan en un excelente artículo (3) que los altos funcionarios del Banco Central Europeo y de la Dirección General de Economía y Finanzas de la Comisión Europea ya preconizaban, en los inicios del siglo XXI y bastante antes del estallido de la crisis financiera, que la mejora de la competitividad fuese impulsada por las fuerzas del mercado, a través de reformas de los mercados laborales que entrañaran el debilitamiento de la negociación colectiva y la reducción de los costes laborales.

La crisis ha dado a estos ideólogos del neoliberalismo que dirigen las instituciones clave de la UE la ocasión de imponer aquello que preconizaban: devaluaciones internas, ante todo salariales, como modo principal de ganar competitividad en medio de los estragos de la austeridad, cuanto más en una zona euro mal construida por ausencia de los requisitos fiscales, presupuestarios y de competencias necesarios en una unión monetaria.

El Pacto por el euro plus, el Semestre Europeo y demás instrumentos para la mala gobernanza económica europea, no digamos ya los Memorándum de entendimiento (MOUs, por sus siglas en inglés) de los planes de rescate, hacen del debilitamiento –que llega a la anulación o congelación en determinados casos- de la negociación colectiva y del diálogo social el corazón de las reformas laborales impuestas o preconizadas. Este es el núcleo principal de la reforma laboral aprobada por el Partido Popular en 2012, y estaba presente, aunque en menor medida, en la del PSOE de 2010. 

Consecuencias buscadas
En resumen, la disminución de los salarios y el aumento de la desigualdad en el ámbito primario de la distribución de la riqueza –la empresa y el sector económico, a través de la negociación colectiva- ha sido una consecuencia conscientemente buscada por los responsables políticos europeos y españoles a través de las reformas laboralesUna consecuencia adicional ha sido el aumento de la pobreza en los grupos de trabajadores con salarios más bajos.

El 'dumping' fiscal, la débil la lucha contra el fraude, los paraísos fiscales, los recortes son factores de promoción de la pobreza y la desigualdad
Si a lo anterior se suman las políticas sumamente regresivas que, desde la UE y el Gobierno de España, se han impulsado y aplicado en el ámbito secundario de distribución de la renta – el formado por la articulación de la política fiscal con las presupuestarias de gasto social- no debe extrañar el escandaloso aumento de la desigualdad y de la pobreza que sufre España, consecuencia de decisiones políticas o de la voluntaria falta de ellas. El dumping o deslocalización fiscal, la absoluta debilidad de las políticas de lucha contra el fraude y la elusión fiscales (de empresas y particulares) y los paraísos fiscales, los recortes sufridos en educación, sanidad, pensiones y prestaciones sociales son, todos ellos, factores de promoción de la pobreza y la desigualdad.

El Gobierno en funciones acaba de subir el Salario Mínimo Interprofesional –uno de los más bajos de la UE- un 1%, cifra que no repara la capacidad adquisitiva perdida en los últimos años. Mientras, en las propuestas y conversaciones para la difícil tarea de formación del nuevo Gobierno, la lucha contra el desempleo, la pobreza y la desigualdad no parecen merecer una atención destacada. ¿Sería mucho pedir que un programa integral de acción por el empleo de calidad y contra las desigualdades sociales y la pobreza se sitúe en el centro del debate político y del programa del nuevo Gobierno?

[1] Manuel Lago Peñas: “Análisis de los deciles salariales: aumentan la pobreza y la desigualdad salarial”. Cuadernos de Acción Sindical de CC OO,  23 de diciembre de 2015. Se accede en: http://goo.gl/eb5vC5

[2] “Indicadores de buen gobierno de las empresas del IBEX 35 durante 2014 (Versión ampliada)”. CCOO, 13 de octubre de 2015. Se accede en:  http://goo.gl/7z7DAO

[3] Cristophe Degryse, Maria Jensen y Philippe Pochet: “La crisis del euro y su impacto en las políticas sociales nacionales y europea”. Fundación 1º de Mayo, marzo de 2015, páginas 16-20. Se accede en: http://www.1mayo.ccoo.es/nova/files/1018/Cuaderno41.pdf