martes, 17 de diciembre de 2019

Empezamos a sentir las nefastas consecuencias de la reforma del Arículo 135 de la Constitución



"La reforma de la Constitución de Zapatero condicionará los Presupuestos de 2020" dice el titular de este artículo de el diario El País
 https://elpais.com/economia/2019/12/15/actualidad/1576441099_486364.html?ssm=TW_CC

Sería sí la más importante negativa consecuencia, hasta el momento, de la reforma express del Art135 de la Constitución Española, realizada con nocturnidad y alevosía en agosto de 2011, después de ser decidida por Zapatero y Rajoy en un fin de semana. No se comunicó a nadie  ni siquiera al candidato socialista a las siguientes elecciones generales ya convocadas, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Ha sido el máximo ejemplo, difícilmente superable, de decisión política tomada con transparencia nula por parte de quienes han venido considerando que la Constitución no puede ser reformada en ningún aspecto importante. Lo más grave, sin embargo, es que se reformó por imposición externa -mediante carta amenazadora del peor presidente que ha tenido el BCE, Jean Claude Trichet- y al servicio de una política económica tan errónea como el ordoliberalismo alemán y sus recetas de austeridad extrema de cuyas consecuencias sociales (y también económicas) todavía no nos hemos recuperado.

Es decir, un método inadmisible al servicio de algo tan erróneo como como constitucionalizar una política equivocada para convertirla en un dogal que nos puede condicionar el futuro como país.


viernes, 22 de noviembre de 2019

Christine Lagarde y sus actividades pasadas en paraísos fiscales

En la edición de EL País del día de hoy se publica un artículo firmado por Joaquín Gil y José María Irujo con este título: "Lagarde fue consejera de dos filiales Baker&McKenzie radicadas en paraísos fiscales". Los dos paraísos son Bermudas y Singapur. El enlace con la noticia es el siguiente:

https://elpais.com/economia/2019/11/20/actualidad/1574273793_931725.html

Esta información me incita a realizar el siguiente comentario que puede ayudar a la contextualización de la noticia:


Singapur y Bermudas (Reino Unido), de cuyas filiales de Baker&Mckenzie allí radicadas fue consejera Christine Lagarde, son dos de las jurisdicciones de las que ha hablado recientemente la revista del FMI, Finance and Development, institución de la que la Sra. Lagarde ha sido hasta hace poco directora gerente. En dos artículos publicados en junio de 2018 y septiembre de 2019 (este último monográfico dedicado a la lucha contra el fraude fiscal, la elusión fiscal, el lavado de dinero y los paraísos fiscales bajo el título de "Follow the money"), sus autores -T. Elkjaer, J. Damgaard y N. Johannsen, economistas del FMI, del Banco Nacional de Dinamarca y profesor de la Universidad de Copenhague, respectivamente-  sostienen, a partir del estudio de las bases de datos del FMI y la OCDE, que cerca del 40% de la inversión extranjera directa (IED) va a parar a "empresas fantasma", es decir empresas que no tienen actividad económica significativa.

El monto global de estas falsas inversiones en empresas, que sirven de destino final o de simple tránsito, es nada menos que de 15 billones de dólares, lo que supone la suma del PIB de China y Alemania. En 2018 suponía el 38% del total de la IED. Pues bien, el 85% de esos 15 B. de U$ se deposita en empresas radicadas en 10 jurisdicciones, dos de las cuales son precisamente Bermudas y Singapur.

Aunque una parte de estas cantidades pueda finalmente destinarse a una inversión real y no se quede en simple acumulación de rentas o se destine a actividades de especulación financiera, lo que parece claro es que no hay otra razón de estos destinos o tránsitos que el encubrimiento de procedimientos de fraude fiscal o elusión fiscal. Como tampoco hay otra razón distinta de ésta para que cualquier empresa multinacional abra una filial en un paraíso fiscal. Si se trata de una firma internacional de abogados como aquella a la que pertenecía Lagarde hay otra razón adicional: ayudar a que  otras multinacionales para que utilicen el fraude o la elusión fiscal para no pagar los impuestos que deben.

Las cifras del artículo son indicativas del enorme volumen que el fraude fiscal, la elusión fiscal y el lavado del dinero resultante de estas actividades en los paraísos fiscales tienen en el mundo. Enorme y creciente, puesto que en el artículo de los mismos autores publicado en junio de 2018 el monto total de la IED en "empresas fantasma" era de 12 billones de dólares.

Ahora me quedo en esta breve nota para contextualizar la noticia sobre las actividades pasadas de Christine Lagarde en paraísos fiscales que vuelve a reactivar la "maldición de los directores gerentes del FMI". Prometo volver sobre el tema lo más pronto posible.

Breve conclusión: tras de superar con rasguños su procesamiento en Francia por el "escándalo Tapie", se descubre otra acción política y moralmente cuestionable en la trayectoria de Lagarde, la persona que hoy está al frente del BCE y que debería en razçon de su cargo tener especial dedicación en la realización, junto a las demás instituciones europeas, de una lucha realmente eficaz contra el fraude y la elusión fiscal, el lavado de dinero y los paraísos fiscales. Lucha en la que, hasta el momento, los buenos y justos van perdiendo. Veremos...

sábado, 9 de noviembre de 2019

A pesar de todo, yo volveré a votar por un partido de izquierdas, mañana 10 de Noviembre

Comparto buena parte de los argumentos que llevan a Jordi Évole a votar, según el artículo que ha escrito en La Vanguardia de hoy y que publico a continuación de mi comentario
A votar a los partidos de izquierda, no porque se lo merezcan a tenor de su conducta después del 28 de Abril, sino porque hay que votar contra la derecha, esta triple derecha que tenemos en España, la que camina tras la ideología y las propuestas de Vox, como cuando hace dos días en la Asamblea de Madrid votaron juntas pedir al Gobierno de España que ilegalice a los partidos independentistas, propuesta claramente inconstitucional tanto en la forma como en el fondo.
El pensar que Vox pudiera estar en el gobierno, o influyendo desde una mayoría parlamentaria de derechas, me produce miedo, debería producir miedo a toda persona que se sienta de izquierdas, progresista o simplemente demócrata. Y si cupiera alguna duda, bastaría con volver a escuchar las intervenciones de Santiago Abascal y Rocío Monasterio en los debates televisivos de esta semana, en los que dieron todo un recital de mensajes xenófobos, racistas, antifeministas y antidemocráticos.
Por eso pienso en que hay que ir a votar, como finalmente va a hacer un Jordi Évole que afirma en el artículo haber pensado en abstenerse después del fiasco de la izquierda tras el 28 de abril, a la hora de formar gobierno, o permitir su formación. Paradoja y merecido castigo a su prepotencia o a su irresponsabilidad es que, ahora, PSOE y Unidas Podemos van a tener más difícil formar gobierno o coalición de gobierno, incluso con la pequeña suma de los diputados de Más País. Porque según casi todas las encuestas la suma de sus diputados va a ser inferior tras el 10N que la que obtuvieron el 28A.
Y previsiblemente sólo habrá investidura de Pedro Sánchez si a los diputados de PSOE, UP y Más País se suman todos los demás, nacionalistas e independentistas ante todo, justo cuando es prácticamente imposible pactar algo con los secesionistas catalanes.
A quienes desde abril y mayo, en el PSOE, estaban ya pensando en que hubiera nuevas elecciones, con alegría y supuesta inteligencia maquiavélica, y a quienes como Pablo Iglesias y la mayoría de la dirección de Unidas Podemos rechazaron la propuesta de gobierno de coalición que les hizo en julio el PSOE -al que habían torcido el brazo al revertir su negativa a coaligarse en el gobierno con UP-, porque creían que podían ganar más continuando el juego de póker con Pedro Sánchez y su gente, a todos ellos habría que jubilarlos de la política.
Porque los previsibles resultados que conoceremos a partir de las diez de la noche de mañana -¡ojalá me equivoque!- van a hacer más difícil la formación de un gobierno de izquierdas, o cualquier tipo de gobierno, que los que salieron del 28A. Con mucha probabilidad -según casi todas las encuestas- la casi imposible coalición -mañana más imposible que el 28A- de PSOE +UP +MPaís +regionalistas +nacionalistas +independentistas sólo tiene como alternativa otra casi igual de imposible: PSOE+PP.
Pero, eso sí, todos los partidos tendrían que tener claro que otro bloqueo con nuevas elecciones -las terceras o las quintas, según se mire- u otro larguísimo y agónico proceso de negociación que pariera el ratón de un gobierno interino e inestable conduciría a una tercera imposibilidad: la de que la gran mayoría de la ciudadanía española continuara aguantando a unos dirigentes políticos que han fracasado tanto, y que hayan fracasado por, entre otras cosas, demostrar que una y otra vez priorizan los intereses de partido sobre los intereses generales; o la interpretación que de los mismos hacen desde ese miedo a perder votos y poder que les agarrota.
O sea que el 10N yo también iré a votar a un partido de izquierdas.


Al final iré a votar






A mediados de junio, tuve una conversación informal con dos personas de la confianza de Pedro Sánchez. Acababan de celebrarse las elecciones europeas y estaban eufóricos. En un momento dado, les pregunté si ya tenían claro quiénes iban a ser los ministros, convencido de que habría gobierno de coalición con Unidas Podemos. Se miraron, sonrieron y me dijeron que por qué estaba tan seguro de que iba a haber gobierno. En un primer momento, pensé que me estaban vacilando, que estaban de cachondeo. Pero no, insistieron en la idea. “Volver a celebrar elecciones no tiene por qué ser malo”. Yo, que seguía sin dar crédito, les insinué que esa convocatoria electoral no se iba a entender, que la gente empezaba a estar muy harta de la incapacidad para llegar a acuerdos de nuestros políticos, que la izquierda había ganado en abril y que qué necesidad había de volver a tirar las cartas y jugar a la ruleta rusa en noviembre. Pero nada, no se les borraba la sonrisa ni a mí la cara de susto. Fue en ese momento cuando les dije: “Pues yo, como tantos otros, pasaré de ir a votar por primera vez en mi vida”.
Han pasado los meses y la profecía se va a hacer realidad mañana. No sé qué habrá sido de sus sonrisas de junio, pero mi cara de susto ha ido en aumento. Sobre todo viendo la campaña que ha planteado el PSOE, más pendiente de pescar votos de la derecha que de sus señas de identidad. Ha emergido un Pedro Sánchez aparentemente implacable con el independentismo, aspirando a empatar con la dureza de la derecha, aunque eso sea imposible. Igual le da rédito, mañana lo veremos. Pero no acabo de entender que si en abril, con un discurso más conciliador, sacó unos notables resultados, ¿cómo es que ha cambiado la táctica ahora? ¿Con dos sistemas de juego tan distintos se puede ganar el mismo partido? Igual sí.
Este Pedro Sánchez me ha recordado más al Sánchez encorsetado del 2014, apoyado por el aparato del partido para impedir que Eduardo Madina fuera secretario general, que al Pedro Sánchez rebelde y combativo del 2017 que ganó las primarias contra el mismo aparato que le aupó. El primer Sánchez perdió votos en las elecciones generales. El segundo, los ganó.
Sólo nos faltaba una extrema derecha sacando pecho (metafórica y literalmente) y colocando muy bien su discurso xenófobo en debates en prime time , sin prácticamente réplica del resto de fuerzas políticas. Por eso luego se hace viral un vídeo de Teresa Rodríguez cuando pide que no se llame mena a los menores extranjeros no acompañados y remata: “No puede haber más cobardía que el que se enfrenta a un niño o a una niña que vive solo”. Ojalá alguien se lo hubiese dicho a Abascal en el debate.
Total, que me he repensado lo de no votar por primera vez en mi vida, y mañana lo volveré hacer. Votaré contra la extrema derecha y contra los que pactan con la extrema derecha. Los mismos que se pelean de maravilla en los debates, los mismos que se entienden de maravilla para gobernar. Me siguen dando el mismo miedo que ya me daban en abril.
Votaré contra el racismo, contra los que miran hacia otro lado cuando se siguen ahogando centenares de personas en el Mediterráneo. Contra los gobernantes que tardan semanas en dar un puerto seguro a un barco cargado de personas rescatadas de morir ahogadas.
Votaré por una solución dialogada en Catalunya, donde la persuasión gane a la represión. Y votaré contra los que quieren que sigamos votando hasta que salga lo que ellos quieren. Contra los que creen que vivimos en una sociedad teledirigida, sin pensamiento crítico, donde se puede moldear nuestro voto a su antojo a base de hacernos votar cuatro veces en cuatro años. Si algunos ya tienen en mente otras elecciones –no lo descarten–, que sepan que somos unos cuantos los que seguiremos votando para no darles la razón.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Para no ser tan irresponsable como Sánchez, Iglesias, Rivera,..., votaré el 10N


Imaginaros lo insoportable que resultará el próximo debate televisivo en el que Sánchez, Iglesias, Rivera y Casado, enfrenten sus falsarios "relatos" acerca de por qué tienen que estar otra vez debatiendo en una nueva campaña electoral. ¡La culpa es tuya! En el bando de la izquierda va a ser particularmente lamentable escuchar a Pedro Sánchez pretendiendo vender lo mucho que ha trabajado desde el 28 de abril para formar un gobierno con Unidas Podemos o con Ciudadanos. Y a Pablo Iglesias contándonos como la propuesta del PSOE de julio, ofreciendo un gobierno de coalición con una vicepresidencia y tres ministerios para UP, después de haberse manifestado contrarios a esa fórmula, era una trampa saducea.
Los cuatro líderes, en particular Sánchez, Iglesias y Rivera, en cuyas manos estaba en mayor grado la formación de un gobierno, son unos absolutos irresponsables. Con líderes así no habría habido en España transición de la Dictadura franquista a la democracia.
¡Es que no va a haber nadie en estos partidos que diga que lo han hecho muy mal sus líderes! Es inaceptable ver como han dejado de lado los intereses generales para primar los intereses partidistas de aumentar o conservar cuotas de poder y espacios electorales, o más bien frente a la posiblemente errónea interpretación que hacen de lo que más les conviene en ese terreno.
España necesitaba un gobierno lo más fuerte posible para enfrentarse a los peligros de un Brexit salvaje, a una posible nueva recesión económica general alimentada por el Brexit, la guerra comercial y tecnológica entre China y los EE UU y la nueva crisis del Golfo, a las consecuencias de la sentencia del "procés", a la crisis climática, a la revolución digital, etc., etc. Pero nada, en lugar de saber que opinan sobre ello tendremos que prepararnos para escuchar las explicaciones más inverosímiles sobre quienes son los grandes culpables de que vayamos a nuevas elecciones, de que en España sea imposible formar un gobierno de coalición, contadas por los verdaderos culpables de ello.
Durante estos lamentables cinco meses, los partidos y sus líderes han sido incapaces de hablarnos de las bases políticas, contenidos programáticos y medidas de acción para abordar los verdaderos problemas de nuestra querida España...
¿Serán mínimamente conscientes Pedro Sánchez y Pablo Iglesias de que tendrán que volver a sentarse para negociar que pueda haber después del 10N un gobierno progresista?
A no ser que hayan abierto con su irresponsable conducta las puertas a que la derecha vuelva a gobernar...
Dan ganas de no votar o de votar en blanco.Supongo que no lo haré porque en una situación tan difícil como la que viven España, Europa y el mundo, no quiero desde mi modestísima decisión personal transitar por el campo de la irresponsabilidad en el que se desenvuelven nuestros líderes políticos

viernes, 26 de julio de 2019

Progrma, programa, programa...

Este artículo ha sido publicado en el digital "Nueva Tribuna", el 26/07/2019
https://bit.ly/30UpGlu
Ante el lamentable espectáculo de las negociaciones entre Unidas Podemos y el PSOE para la investidura de Pedro Sánchez, y su conclusión en la frustración de la posibilidad de formar el primer gobierno de coalición de la historia democrática reciente de España y que éste fuera de izquierdas, lo primero que ha venido a mi mente es ese eslogan que siempre tenía en su boca Julio Anguita: “Programa, programa, programa”. Probablemente uno de los mantras más lógicos y razonables del antiguo líder del PCE e Izquierda Unida.
La lucha por el relato y la imputación de culpas, entre el PSOE y Unidas Podemos, no borrará la responsabilidad de ambos partidos en el enorme fiasco político de la izquierda, hoy, en el Congreso de los diputados. Se olvidaron, voluntariamente o no, del tiempo que se necesita para negociar seriamente un programa. Dejaron pasar semanas y semanas hablando sólo de la inclusión, o no, de Pablo Iglesias en el Consejo de Ministros. Y cuando el líder de Podemos aceptó no ser ministro, ya sólo quedaban tres días para la primera de las votaciones de investidura. Como no había tiempo, dejaron de lado la negociación del programa y hablaron sólo, y contra reloj, del reparto de los puestos del Consejo de Ministros y de las competencias de cada departamento. El acuerdo programático se sustituyó por el fallido intento de pactar el reparto de ministerios y competencias.
Pero este método de trabajo conlleva un riesgo muy serio de cuestionamiento de la unidad del Gobierno. Porque la unidad de un gobierno de coalición tiene que descansar forzosamente en un programa de gobierno, lo más detallado posible, y se erosiona, de entrada, si lo único que se pacta es el reparto de ministerios y las competencias de los mismos. Pablo Iglesias, en el debate, y otros portavoces de Unidas Podemos en declaraciones públicas lo llevaron al extremo de identificar las competencias que les corresponderían con la garantía de realización de sus demandas programáticas. Lo cual introduce en el funcionamiento de cualquier gobierno una dinámica de competencia partidista que lo minaría desde el mismo momento de su constitución. Lo que deben hacer, en un gobierno de coalición, los ministros de no importa cual de los partidos que lo compongan es desarrollar lo mejor que sepan los acuerdos programáticos previamente alcanzados. Sólo así se hacen políticas de un solo Gobierno y no políticas de los ministerios de un partido.
La unidad de un gobierno de coalición tiene que descansar forzosamente en un programa de gobierno, lo más detallado posible
Resulta inconcebible que los protagonistas principales de los dos debates y votaciones de la investidura hayan dado por bueno, o por lo menos inevitable, el no haber ni iniciado siquiera las negociaciones de un acuerdo de programa. En todas las negociaciones que en Europa se han producido en las últimas décadas para la formación de gobiernos de coalición, que hoy son mayoría en la UE, el reparto de puestos ministeriales ha tenido siempre mucha importancia para la conclusión de las mismas con éxito. Pero en todas ellas el acuerdo de gobierno se ha basado siempre en un acuerdo programático. Por poner sólo el ejemplo de la última coalición entre la CDU/CSU y el SPD, en Alemania: se iniciaron las negociaciones después del fracaso del intento de alcanzar un acuerdo programático entre la CDU/CSU y los liberales del FPD; las conversaciones entre democristianos y socialdemócratas para llegar a un acuerdo sobre el programa duraron tres meses y en ellas participaron amplias delegaciones de ambos partidos formadas por decenas de personas; sólo después de alcanzar un detallado acuerdo programático, plasmado en un documento de 177 páginas, se cerró el acuerdo sobre el reparto de ministerios. Y el líder del SPD, Martin Schulz, tuvo que dimitir por haber anticipado públicamente sus deseos de ser Ministro de Asuntos Exteriores después de haber afirmado durante la campaña electoral que no sería ministro bajo las órdenes de la canciller Merkel.
En el fracaso de las negociaciones para la formación del primer gobierno de coalición de izquierdas de la democracia española después de 1977 tienen, a mi juicio, tanta responsabilidad los dirigentes del PSOE como los de Unidas Podemos. Tal vez mayor los del PSOE en el hecho de no haber tomado a tiempo la iniciativa de abrir una negociación programática seria, y mayor, por su parte, la de los líderes de UP en la fase final de las conversaciones por la no aceptación de la última propuesta de composición y competencias que les presentó el PSOE, después de que éste abandonara su pretensión inicial de alcanzar un acuerdo a la portuguesa y aceptara la formación de un gobierno de coalición.
La repercusión del fracaso del PSOE y UP en la formación de un gobierno de izquierdas en España no sólo tiene un impacto muy negativo en la política española que deberá enfrentarse, antes de que termine el año, a las consecuencias de la sentencia del Tribunal Supremo sobre el procés y a seguir sin presupuestos nuevos cuando las perspectivas económicas europeas y mundiales se ensombrecen, sin contar con las consecuencias de un probable Brexit sin acuerdo el próximo 21 de octubre. La posibilidad de un gobierno de izquierdas en España, que tuviera un carácter marcadamente europeísta, estaba siendo seguida en Europa con mucho interés, en especial por la izquierda europea, muy necesitada de invertir el retroceso general de los últimos años y justamente preocupada por el avance de la extrema derecha y el nacionalismo populista en todo el continente.
La posibilidad de un gobierno de izquierdas en España, que tuviera un carácter marcadamente europeísta, estaba siendo seguida en Europa con mucho interés, en especial por la izquierda europea, muy necesitada de invertir el retroceso general de los últimos años
El fracaso de la izquierda española este 25 de julio, y los motivos que llevan al mismo van a ser también difíciles de comprender en Europa, como los son en España, donde creo no equivocarme si digo que una gran mayoría de los votantes de Unidas Podemos y del PSOE están hoy muy desilusionados y que buena parte de ellos muy enfadados con los dirigentes de ambos partidos. El espectáculo de la lamentable sesión de investidura que hemos vivido ha llevado a paradojas del calibre de hacer que el discurso de Gabriel Rufián pareciera el de uno de los políticos más razonables del hemiciclo. Porque, con independencia de los discursos, mejores o peores, con más o menos razones, de los líderes del PSOE y UP, no cabe otra conclusión, por los resultados de sus actos, de que no tienen disculpa, de que no pueden hacer las cosas peor.
El cambio del mapa político español, después de las elecciones del 20 de diciembre de 2015, con la irrupción con fuerza de formaciones como Podemos y Ciudadanos, no ha significado, hasta el momento, una renovación profunda y positiva de la vida política española. Hemos pasado del bipartidismo imperfecto al bloquismo imperfecto, con dos bloques de derecha e izquierda, de dos partidos representativos de ámbito nacional cada uno, hasta 2019 cuando en el campo de la derecha irrumpió un tercero de extrema derecha, VOX. Y en el debe del bloquismo imperfecto –porque los impermeables, entre sí, bloques de derecha y de izquierda siguen necesitando de los nacionalistas periféricos para gobernar- está la inestabilidad política de estos tres años y medio, con la imposibilidad de formar gobiernos sólidos y de aprobar nuevos Presupuestos. La lucha por la hegemonía en el interior de cada bloque se ha convertido en el vector principal del comportamiento político de los partidos, en especial de los nuevos. La tentación del sorpasso sin duda influyó en la decisión de Podemos de no apoyar la formación de un gobierno del PSOE, decisión que llevó a la repetición de las elecciones en junio de 2016, en donde no lograron adelantar al PSOE y sí que Unidos Podemos perdiera un millón de votos respecto a los obtenidos por Podemos e Izquierda Unida seis meses antes. 
Y la lucha por la hegemonía en el campo de la derecha es la que ha llevado a Ciudadanos, bajo el cada vez más autoritario liderazgo de Albert Rivera, a abandonar el centro-derecha para dar un brusco giro a la derecha que ha solidificado los dos bloques, impidiendo cualquier comunicación entre ambos. El Rivera radicalizado hacia la derecha ha provocado una crisis interna en su formación y sus agresivas intervenciones, del 23 y 25 de julio, fueron un modelo de falta de educación y mínima cortesía parlamentaria.
Es decir, hasta el momento no parece nada claro que el balance de la “nueva política” vaya a ser finalmente positivo para la sociedad española. Y eso que surgió casi como una necesidad para renovar el anquilosado y turbio, por la corrupción, mapa político español. Pero el hecho de que la política española –y la de muchos otros países, por supuesto- esté presidida por la primacía del interés de los nuevos partidos en fortalecerse y superar a los partidos tradicionales y la prioridad de estos por resistir los embates de los primeros para que no les superen, colocan lamentablemente el interés general en un segundo plano de la política partidaria.
Deseo y confío que los dirigentes del PSOE y de Unidas Podemos reflexionen 
sobre las muy negativas consecuencias de lo sucedido en la fracasada investidura de Pedro Sánchez y sobre la responsabilidad de cada uno en el todavía no irreversible resultado. No se puede tirar por la borda la posibilidad de que haya un gobierno de izquierdas en España. Y que piensen que para rectificar el desastre, que todavía es rectificable, tienen que empezar por el programa.

lunes, 27 de mayo de 2019

Elecciones del 26M: victorias, derrotas y paradojas

El PSOE es el indudable ganador de las tres elecciones. En las que más marcan la tendencia general, en las europeas, ha sacado el 32,56% de los votos, casi cuatro puntos más que en las generales del 28 de abril (28,69%). En las municipales y autonómicas la progresión es la misma, con la excepción de Madrid, donde la derrota no es sólo de Podemos y Más Madrid (Carmena y Errejón), sino también del PSOE. En el Ayuntamiento, con el candidato que impuso Pedro Sánchez, han perdido un concejal, cuando en prácticamente toda España han avanzado. En la Comunidad, Gabilondo se quedó estancado en 37 diputados. 

Pero las paradojas de la política hacen que el PP, al tener la posibilidad de gobernar en Madrid (Ayuntamiento y Comunidad) con la ayuda de Ciudadanos y de la extrema derecha de Vox, difumine las grandes caídas que ha sufrido, en España y también en Madrid (menos seis concejales y menos dieciocho diputados) y, de paso, Pablo Casado se salve de su cuestionamiento como líder de la formación. A costa, eso sí, de que los madrileños tengamos que sufrir la pesadilla de ver a Isabel Diaz Ayuso -insuperable mezcla de ultraliberalismo, ultracatolicismo e ignorancia- al frente de la Comunidad. El dato que también utilizará el PP de Casado es que, a pesar de perder las europeas, pasando al segundo puesto con cuatro parlamentarios menos, han remontado en porcentaje de voto respecto de las generales del 28A -del 16.70% al 19,95%- mientras que su rival en la disputa por la hegemonía dentro de la derecha política, Ciudadanos, retrocede: 15,86% en las generales y 12,06% en las europeas del 26 de mayo. El pasado domingo, el partido que lidera Albert Rivera ha avanzado algo en las autonómicas y locales (no homogéneamente) y poco en las europeas si contamos los resultados de la extinta UPyD, pero nada en el objetivo de superar al PP. En este aspecto, incluso ha retrocedido. 

VOX ha cortado su trayectoria ascendente apenas un mes después de alcanzar , el 28A, unos buenos resultados, aunque lejos de sus expectativas y de los vaticinios de muchas encuestas. Si entonces sacaron el 10,26%, ahora han caído al 6,14% en las europeas y han tenido unos débiles resultados en las locales y autonómicas, aunque tengan la llave de los gobiernos de Madrid. No parece que vaya a tener, afortunadamente, un gran porvenir VOX en la  política española. Se pueden quedar en "ultraderechita". A no ser que PP y Cs le vuelvan a insuflar vida.

El gran perdedor de la noche electoral es Podemos, o Unidas Podemos, o como quiera que fuese el nombre que la formación que todavía lidera Pablo Iglesias, haya adoptado en no importa qué ayuntamiento o comunidad autónoma, o los de las escisiones o "desconfluencias" que han competido con "ellas". El 9,96% de votos en las europeas, con pérdida de 5 escaños respecto a lo que sumaron con IU en 2014, supone también un gran retroceso respecto al 28A, donde una buena campaña liderada por Pablo Iglesias les permitió resistir en el 14,34% de los votos, amortiguando en alguna medida la caída vaticinada y cumplida.  Ahora se vuelve a los resultados históricos del techo del PCE e IU, en el entorno del 10% de los votos, con una fortísima pérdida de poder municipal y autonómico. Las excepciones de Cádiz y Zamora son, sin duda, debidas a la personalidad y habilidad de sus alcaldes y a la positiva evaluación por los vecinos de su gestión. La división interna y con los aliados de las mareas y confluencias, la pugna de liderazgos, escenificada al máximo en la ruptura de Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, y la extrema confusión de siglas y mensajes hacían de la caída de Podemos, la crónica de una derrota anunciada. La intervención final de Pablo Iglesias en la campaña madrileña apoyando a Sanchez Matos y Madrid en Pie, desdiciéndose del apoyo que supuestamente daba Unidas Podemos a Carmena, ha sido el triste colofón de una campaña hecha para perder. Y digo esto, sin dejar de pensar que Íñigo Errejón fue el principal responsable de la ruptura más sonada de la constelación de fragmentaciones que nos ha deparado un partido que, tras aspirar a arrebatar al PSOE la hegemonía de la izquierda ha acabado en la vorágine cainita en la que siempre vivió el PCE e Izquierda Unida. Mucho tendrán que cambiar las cosas para evitar que el 26 de Mayo no sea el principio del fin de lo que fue para muchos una esperanza de renovación de la izquierda.

Los resultados del 26M son buenos para el nacionalismo vasco -PNV y Bildu- y el secesionismo catalán. Junqueras y Puigdemont podrán utilizar el Parlamento Europeo -veremos como se desarrolla su toma de posesión- para intentar internacionalizar el conflicto. Y gobernar, tal vez, el ayuntamiento de Barcelona, y los de Lérida y Tarragona, sobre todo si no hay una reacción de las fuerzas no independentistas que lo pare con la fuerza de los resultados electorales. Merece la pena detenerse en el Ayuntamiento de Barcelona. Los secesionistas (ERC + Junts) han sacado 15 concejales, tres menos que en 2015  cuando ERC, CiU y la CUP obtuvieron 18 puestos. Los no independentistas han sacado 26, tres más que en 2015. ¿Por qué hay que dar por hecho que Maragall con sólo unos pocos de votos más que Colau tiene que ser el alcalde cuando PSC y En Comú suman 18 concejalías frente a las 15 de los independentistas? ¿Por qué no se elige como alcalde a Colau o a Collboni con la abstención de Cs y PP, por ejemplo? En cuanto a los porcentajes de voto, en las municipales, la suma de los recibidos por las principales opciones independentistas es el 48,37% frente al 48,21% los de las no independentistas (datos de La Vanguardia). Lo de siempre: ¡el eterno empate!

jueves, 16 de mayo de 2019

Sobre el veto a Iceta en el Parlament: derechas y secesionistas se necesitan mutuamente

Javier Pérez Royo en un artículo en el Diario.es, titulado "ERC se equivoca" - https://www.eldiario.es/zonacritica/ERC-equivoca_6_899470074.html ,
llega incluso a argumentar la inconstitucionalidad de la decisión del Parlament
de Catalunya de vetar la elección de Iceta como senador. 
Pero lo que políticamente queda claro es el continuo retroalimentarse de 
los independentistas y de la derecha en el empeño en mantener vivo el conflicto entre una parte de Cataluña y el Estado Español. Se necesitan mutuamente. Lo vimos en la votación de los Presupuestos que llevó a las elecciones del 28 de Abril, en toda la campaña electoral y ahora para lastrar un futuro de posible diálogo que saque el conflicto de su enquistamiento.
Esta estrategia lleva al secesionismo catalán al lugar que, en términos de significado histórico, está muy bien simbolizado por el lugar donde vive Puigdemont: a la derrota. Como siempre ha ocurrido en la historia de Cataluña, en sus enfrentamientos y guerras con el resto de España, siempre acompañados de conflictos civiles internos.

lunes, 1 de abril de 2019

El PP, Villarejo e Inda contra Podemos. El 28 de abril y la Salud Pública

El montaje de Villarejo y otros policías para crear pruebas falsas contra Podemos, por encargo del Ministro Fernández Díaz, en el momento en el que podría haber formado Gobierno con el PSOE, es uno de los mayores ataques que ha conocido nuestro Estado democrático, después de 1978. Confiemos en que la investigación policial consiga castigar a los culpables y a sus cómplices.
Por el momento, resulta vergonzosa la no reacción del PP cuyo Gobierno presidido por Mariano Rajoy es directamente responsable de este caso, al igual que el del ataque de la "policía política" a los secesionistas catalanes. Lo de "patriótica" es un sarcasmo, a no ser que nos ajustemos a la definición de patriotismo de Samuel Johnson: «El patriotismo es el último refugio de los canallas». Merecido castigo tuvo Fernández Díaz, a quien el propio Villarejo le instaló micrófonos en su despacho y le grabó una conversación que demuestra su participación en un intento de vulnerar los derechos políticos de unos ciudadanos mediante la utilización de la policía. Y los independentistas catalanes los tienen iguales a los que tenemos los demás por mucho que rechacemos sus ideas y sus actos.
También es lamentable la tibia reacción de los demás partidos políticos, incluido el que gobierna, frente a un hecho que supone un intento de demolición del Estado de Derecho.
Repugnancia merece la actitud de Eduardo Inda en el programa de la Sexta Noche del sábado pasado. La connivencia entre Villarejo y OK Diario en la operación contra Pablo Iglesias y Podemos está fuera de duda. Inda mintió en el programa de La Sexta con una de las peores formas de la mentira, la media verdad usada para ocultar la verdad. Se atrevió a decir que, como las querellas de Pablo Iglesias contra él por afirmar que Podemos se financiaba con dinero procedente de los gobiernos de Venezuela e Irán no habían prosperado, eso significaba que el probado montaje -también en otras sentencias de otros tribunales y ahora investigado por la Audiencia Nacional- no era tal y que la financiación ilegal era verdadera. ¡Qué silogismo tan falso!
También fue inquietante que el conductor del debate le permitiera repetir esa falsedad una y otra vez y, lo que es peor, le dejara desviar la atención sobre lo que se estaba debatiendo volviendo a sacar, también varias veces, las palabras de Pablo Iglesias sobre una conocida presentadora de televisión. Palabras estúpidas y machistas, sin duda, pero realizadas en una conversación telefónica privada entre amigos que fue pirateada después de robar un teléfono móvil particular.
Tampoco los demás contertulios lograron poner en su lugar a Eduardo Inda, cooperador en un delito sumamente grave contra el Estado de Derecho.
Con estos y tantos otros antecedentes de corrupción y autoritarismo, lograr que la derecha española, ahora necesitada del apoyo de un partido de extrema derecha como VOX, de ideas y prácticas escasamente constitucionales, no gobierne, no debe fundamentarse sólo en preferencias ideológicas y políticas. Lo que se ventila el 28 de abril es un problema de Salud Pública.

sábado, 2 de marzo de 2019

La lista propuesta por la Comisión Europea incluía también a cuatro territorios dependientes de los EEUU. Pero no incluía a seis Estados de la UE que actúan como auténticos paraísos fiscales: Irlanda, Holanda, Luxemburgo, Chipre, Malta y el Reino Unido, a través de varias jurisdicciones dependientes de su Gobierno. Una vez más, los intentos del Parlamento Europeo o, en este caso, la Comisión Europea para enfrentarse al fraude fiscal, el lavado de dinero y las prácticas ilegales de los paraísos fiscales chocan con la falta de voluntad política de los gobiernos.Unas veces presionan las empresas financieras, otras las multinacionales, ahora los gobiernos de dentro de la UE, u otros de fuera tan poderosos como los de EE UU y Arabia Saudí.
¡Es un escándalo! El lavado de dinero hermana en los garitos financieros de los paraísos fiscales a defraudadores fiscales de todo pelaje -empresas o grandes fortunas-, políticos corruptos, carteles de la droga de cualquier parte del mundo y demás organizaciones de la economía criminal. Una vez lavado el dinero y utilizando las más variadas técnicas de ingeniería financiera (y delincuencia financiera) una parte de ese dinero vuelve a las venas del sistema financiero mundial legal
Por eso no hay voluntad política para acabar con los paraísos fiscales cuya existencia perjudica gravemente las finanzas de los Estados democráticos (y de todos los demás) y el bienestar de sus ciudadanos.
El 40% de la Inversión Extranjera Directa en el mundo,unos 12 billones de US$, pasa por empresas fantasmas, sin actividad económica alguna. Se trata de operaciones de lavado de dinero. De ese volumen de dinero, el 85% pasa por ocho países, seis de ellos dependientes de la UE: Holanda, Irlanda, Luxemburgo y tres jurisdicciones del Reino Unido: Bermudas, Islas Caimán e Islas Vírgenes. Fuera de la UE: Hong-Kong SAR y Singapur. No lo dice la Plataforma por la Justicia Fiscal. Son datos de un documentado artículo publicado en "Finance and Development", la revista del FMI, en junio de 2018, por un economista senior del Fondo y dos catedráticos de la Universidad de Copenhague

miércoles, 2 de enero de 2019

Adam Tooze arroja luz, en "Crash", sobre los gravísimos errores de Alemania y los líderes de la UE en la gestión de la crisis financiera y económica

Estoy leyendo el libro de Adam Tooze "Crash. Cómo una década de crisis financiera ha cambiado el mundo". Es muy interesante por riguroso y sugestivo.

En la entrevista al autor, que hoy (01/01/2019) publica El País, destaca uno de los aspectos menos conocidos de la respuesta política al crash financiero; menos conocido por interesadamente ocultado por todos los actores implicados (bancos europeos y estadounidenses, gobierno de los EE UU, gobiernos europeos y responsables de la UE). La Fed proporcionó a los bancos europeos liquidez en dólares por valor de 2,5 billones y otros dos billones a los bancos europeos en los Estados Unidos. El BCE nada. Fueron los momentos, al comienzo de la crisis, en los que por imposición del gobierno alemán, la UE y su BCE estaban paralizados y las ayudas al sistema financiero europeo las daban, por decisión del Consejo Europeo, sólo los gobiernos nacionales como si los sistemas bancarios y financieros de los países europeos no estuvieran profundamente interconectados entre sí y, a su vez, con el sistema financiero norteamericano.     
                                                                   
Después, a partir de mayo de 2010, Alemania, al tiempo que mantenía el veto a la opción de que el BCE actuase como prestamista de último recurso y garantizase la liquidez de los bancos y de los gobiernos europeos, impuso su política de austeridad presupuestaria  extrema que llevó a una segunda recesión en la eurozona (y en la UE), al tiempo que producía profundas divergencias entre los Estados miembros y una ruptura de la cohesión social interna en muchos de ellos.      
                                                                         
Las consecuencias políticas de esta crisis social, en buena parte políticamente inducida, las estamos padeciendo ahora bajo la forma de ascenso de las opciones políticas de extrema derecha y euroescépticas que están paralizando el funcionamiento de la UE y de la eurozona e impidiendo que se supere la crisis política que padecen.

Hay que recordar que cuando Mario Dragui -apoyado por la mayoría del Consejo de Gobierno del BCE- inicia en 2012, la salvación del euro a través de la política monetaria, que sólo hasta 2014/2015 se convertiría en fuertemente expansiva mediante fórmulas no convencionales o de "quantitative easing", lo hace con la oposición del gobierno alemán (Wolfgang  Schäuble) y del Bundesbank.