lunes, 27 de mayo de 2019

Elecciones del 26M: victorias, derrotas y paradojas

El PSOE es el indudable ganador de las tres elecciones. En las que más marcan la tendencia general, en las europeas, ha sacado el 32,56% de los votos, casi cuatro puntos más que en las generales del 28 de abril (28,69%). En las municipales y autonómicas la progresión es la misma, con la excepción de Madrid, donde la derrota no es sólo de Podemos y Más Madrid (Carmena y Errejón), sino también del PSOE. En el Ayuntamiento, con el candidato que impuso Pedro Sánchez, han perdido un concejal, cuando en prácticamente toda España han avanzado. En la Comunidad, Gabilondo se quedó estancado en 37 diputados. 

Pero las paradojas de la política hacen que el PP, al tener la posibilidad de gobernar en Madrid (Ayuntamiento y Comunidad) con la ayuda de Ciudadanos y de la extrema derecha de Vox, difumine las grandes caídas que ha sufrido, en España y también en Madrid (menos seis concejales y menos dieciocho diputados) y, de paso, Pablo Casado se salve de su cuestionamiento como líder de la formación. A costa, eso sí, de que los madrileños tengamos que sufrir la pesadilla de ver a Isabel Diaz Ayuso -insuperable mezcla de ultraliberalismo, ultracatolicismo e ignorancia- al frente de la Comunidad. El dato que también utilizará el PP de Casado es que, a pesar de perder las europeas, pasando al segundo puesto con cuatro parlamentarios menos, han remontado en porcentaje de voto respecto de las generales del 28A -del 16.70% al 19,95%- mientras que su rival en la disputa por la hegemonía dentro de la derecha política, Ciudadanos, retrocede: 15,86% en las generales y 12,06% en las europeas del 26 de mayo. El pasado domingo, el partido que lidera Albert Rivera ha avanzado algo en las autonómicas y locales (no homogéneamente) y poco en las europeas si contamos los resultados de la extinta UPyD, pero nada en el objetivo de superar al PP. En este aspecto, incluso ha retrocedido. 

VOX ha cortado su trayectoria ascendente apenas un mes después de alcanzar , el 28A, unos buenos resultados, aunque lejos de sus expectativas y de los vaticinios de muchas encuestas. Si entonces sacaron el 10,26%, ahora han caído al 6,14% en las europeas y han tenido unos débiles resultados en las locales y autonómicas, aunque tengan la llave de los gobiernos de Madrid. No parece que vaya a tener, afortunadamente, un gran porvenir VOX en la  política española. Se pueden quedar en "ultraderechita". A no ser que PP y Cs le vuelvan a insuflar vida.

El gran perdedor de la noche electoral es Podemos, o Unidas Podemos, o como quiera que fuese el nombre que la formación que todavía lidera Pablo Iglesias, haya adoptado en no importa qué ayuntamiento o comunidad autónoma, o los de las escisiones o "desconfluencias" que han competido con "ellas". El 9,96% de votos en las europeas, con pérdida de 5 escaños respecto a lo que sumaron con IU en 2014, supone también un gran retroceso respecto al 28A, donde una buena campaña liderada por Pablo Iglesias les permitió resistir en el 14,34% de los votos, amortiguando en alguna medida la caída vaticinada y cumplida.  Ahora se vuelve a los resultados históricos del techo del PCE e IU, en el entorno del 10% de los votos, con una fortísima pérdida de poder municipal y autonómico. Las excepciones de Cádiz y Zamora son, sin duda, debidas a la personalidad y habilidad de sus alcaldes y a la positiva evaluación por los vecinos de su gestión. La división interna y con los aliados de las mareas y confluencias, la pugna de liderazgos, escenificada al máximo en la ruptura de Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, y la extrema confusión de siglas y mensajes hacían de la caída de Podemos, la crónica de una derrota anunciada. La intervención final de Pablo Iglesias en la campaña madrileña apoyando a Sanchez Matos y Madrid en Pie, desdiciéndose del apoyo que supuestamente daba Unidas Podemos a Carmena, ha sido el triste colofón de una campaña hecha para perder. Y digo esto, sin dejar de pensar que Íñigo Errejón fue el principal responsable de la ruptura más sonada de la constelación de fragmentaciones que nos ha deparado un partido que, tras aspirar a arrebatar al PSOE la hegemonía de la izquierda ha acabado en la vorágine cainita en la que siempre vivió el PCE e Izquierda Unida. Mucho tendrán que cambiar las cosas para evitar que el 26 de Mayo no sea el principio del fin de lo que fue para muchos una esperanza de renovación de la izquierda.

Los resultados del 26M son buenos para el nacionalismo vasco -PNV y Bildu- y el secesionismo catalán. Junqueras y Puigdemont podrán utilizar el Parlamento Europeo -veremos como se desarrolla su toma de posesión- para intentar internacionalizar el conflicto. Y gobernar, tal vez, el ayuntamiento de Barcelona, y los de Lérida y Tarragona, sobre todo si no hay una reacción de las fuerzas no independentistas que lo pare con la fuerza de los resultados electorales. Merece la pena detenerse en el Ayuntamiento de Barcelona. Los secesionistas (ERC + Junts) han sacado 15 concejales, tres menos que en 2015  cuando ERC, CiU y la CUP obtuvieron 18 puestos. Los no independentistas han sacado 26, tres más que en 2015. ¿Por qué hay que dar por hecho que Maragall con sólo unos pocos de votos más que Colau tiene que ser el alcalde cuando PSC y En Comú suman 18 concejalías frente a las 15 de los independentistas? ¿Por qué no se elige como alcalde a Colau o a Collboni con la abstención de Cs y PP, por ejemplo? En cuanto a los porcentajes de voto, en las municipales, la suma de los recibidos por las principales opciones independentistas es el 48,37% frente al 48,21% los de las no independentistas (datos de La Vanguardia). Lo de siempre: ¡el eterno empate!

jueves, 16 de mayo de 2019

Sobre el veto a Iceta en el Parlament: derechas y secesionistas se necesitan mutuamente

Javier Pérez Royo en un artículo en el Diario.es, titulado "ERC se equivoca" - https://www.eldiario.es/zonacritica/ERC-equivoca_6_899470074.html ,
llega incluso a argumentar la inconstitucionalidad de la decisión del Parlament
de Catalunya de vetar la elección de Iceta como senador. 
Pero lo que políticamente queda claro es el continuo retroalimentarse de 
los independentistas y de la derecha en el empeño en mantener vivo el conflicto entre una parte de Cataluña y el Estado Español. Se necesitan mutuamente. Lo vimos en la votación de los Presupuestos que llevó a las elecciones del 28 de Abril, en toda la campaña electoral y ahora para lastrar un futuro de posible diálogo que saque el conflicto de su enquistamiento.
Esta estrategia lleva al secesionismo catalán al lugar que, en términos de significado histórico, está muy bien simbolizado por el lugar donde vive Puigdemont: a la derrota. Como siempre ha ocurrido en la historia de Cataluña, en sus enfrentamientos y guerras con el resto de España, siempre acompañados de conflictos civiles internos.