El
Plan de inversiones presentado por el presidente de la Comisión Europea, Jean
Claude Juncker, el 26/11/2014, es una propuesta de ingeniería financiera
compleja que pretende promover inversiones, principalmente privadas (al menos
200.000 M€ de los 315.000 M€ que supuestamente podrían movilizarse) a partir de
muy poco dinero público. Nada de éste último es, en principio, nuevo.
Si
el Plan obtuviera la aprobación del Consejo y del PE, comenzaría a aplicarse,
como muy pronto, en junio de 2015, y se desarrollaría a lo largo de tres años,
aunque debido a que se indica que deberían primarse las inversiones a largo
plazo, el período de ejecución de las mismas será previsiblemente superior.
La ingeniería financiera
de Mr. Juncker
El
mecanismo de financiación y promoción de inversiones aparece poco o mal
descrito en buena parte de las informaciones periodísticas. No se trata de que con 21.000 M€ (16.000 de los presupuestos de
la UE y 5.000 del BEI), el Fondo Europeo de Inversiones Estratégicas o/y el BEI
emitan deuda hasta alcanzar una capacidad crediticia de 315.000 M€ (el coeficiente de apalancamiento hubiera
sido de 1 a 15). No, los recursos iniciales son mucho más limitados: 63.000 M€ sería el resultado del apalancamiento.
Lo que resta, hasta alcanzar los 315.000 M€, no los aporta el Plan. Deberían
provenir de las aportaciones de las administraciones públicas estatales, regionales y locales y, en su mayor parte, de los inversores privados. Es decir, de los
315.000 M€, 252.000 son una mera estimación de la potencial capacidad de atraer
a otros inversores. En un puro ejercicio de especulación, el Plan decide que
52.000 M€ podrían provenir de inversión pública de los Estados miembros y
200.000 M€ de inversores privados. Para facilitar la inversión pública se
propone que no cuente a efectos del cumplimiento de los objetivos de déficit
impuestos por las instituciones de gobierno de la UE.
El
mecanismo para obtener los 63.000 M€ es el siguiente: se dispone de 13.000 M€
(8.000 de los presupuestos y 5.000 del BEI) que se usarán como garantía
para cubrir posibles pérdidas en
los proyectos en los que se invierta. Los 8.000 M€ no sólo no son nuevos sino
que se detraen de lo presupuestado para programas importantes: 3.300 millones
del programa Conectar
Europa y otros 2.700 del programa Horizonte 2020, de investigación e
innovación. Los restantes 2.000 millones provendrán de “márgenes
presupuestarios”. Si hubiera que cubrir fallidos por encima de los 13.000 M€,
los Estados miembros deberían aportar hasta un total de otros 8.000 M€.
Con este dinero de aval o grantía, el BEI
acudiría al mercado, manteniendo su triple A, y emitiría bonos, hasta unos 63.000
M€. Esta cifra sería la dimensión real de la financiación del Plan
(apalancamiento de 1 a 3, incluido), la que debería compararse con las cifras
del Nuevo Plan Marshall de la DGB o
las del plan de inversiones de la CES). El resto que, engañosamente, les
permite hablar del multiplicador “15”, son hipotéticas inversiones asociadas de
las administraciones públicas nacionales o de
inversores privados.
Instituciones del Plan y proyectos a financiar
Para decidir a qué proyectos se dedicarán
esos alrededor de 63.000 millones se creará el Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas.
La lista de iniciativas susceptibles de recibir fondos la elaboran la Comisión
y el BEI, con la participación de los Estados miembros. La elección final de
los proyectos la realizará una Comisión
de Inversión formada por expertos independientes, que comprobará la calidad y la viabilidad
y validará cada proyecto. El BEI sería el prestamista
Según los cálculos del COM (2014) 903, de
26 de noviembre, que recoge la propuesta, la mayor parte de ese dinero para invertir en los
proyectos (más de 200.000 millones) tendría que venir del sector privado dada
la situación de las cuentas públicas de algunos países. Según la idea de la
Comisión Europea, la
mayor partida irá a inversiones a largo plazo; el resto se
destinará a pymes de mediana capitalización.
No habrá cuotas por países ni
límites en la distribución geográfica de los proyectos o topes en los montos que recibirá cada Estado miembro a
la hora de decidir qué programas se beneficiarán del plan: el principal
criterio será que sean económicamente viables.
Algunas conclusiones y comparaciones
El Plan es peor que lo anunciado y que lo
que reflejan algunos medios de comunicación orientados por
los servicios de prensa de la Comisión.
En primer lugar, por la escasa cuantía del
mismo. Aún si consideramos la cifra de los 315.000 M€ que no es la que aporta
el Plan sino la que muy mayoritariamente deben aportar otros actores y la
dividimos por cada uno de los tres años de su aplicación, obtenemos la cifra de
105.000 €. Pues bien, con la crisis, las inversiones anuales (públicas y
privadas) en la UE han caído un 26%, pasando de representar el 23% del PIB, en
2007[1], a sólo un 17% en 2013.
Esta caída de 6 puntos de PIB, representa, en términos absolutos, una cantidad cercana
a los 800.000 M€[2].
En su versión complementada y ampliada, el Plan Juncker sólo aporta poco más
del 13% de la caída de la inversión. Pero siendo la financiación real europea
máxima que podría aportar de 63.000 M€, es decir de 21.000 millones anuales,
estos apenan representan el 2,6% de lo que ha caído la inversión desde que
comenzó la crisis.
Si lo comparamos con las propuestas de
planes de inversión de la DGB y la CES -250.000 M€, el 2% del PIB, 2,5 billones
en los 10 años de duración- la dimensión del Plan Juncker también es
limitadísima. Sus 21.000 M€ al año (sólo para 3 años) representan el 8,4% delo
que reclama el sindicalismo europeo anualmente (durante 10 años).
Se trata, pues, de un miniplan de una dimensión equivalente a la del Plan de empleo
juvenil.
Pero hay un aspecto que resulta
especialmente criticable a la hora de señalar los escasísimos fondos
presupuestarios europeos que se aportan en el Plan Juncker, -8.000 M€-
detrayéndolos además de otras partidas de inversión. Es la comparación con los
55.000 M€ de fondos estructurales y de cohesión no utilizados del Presupuesto
plurianual 2007-2013, y que se dibujaron en el papel del non nato Plan de crecimiento y empleo de junio de 2012. Cuando el
Parlamento Europeo aprobó, finalmente, el Marco presupuestario plurianual
2014-2020, que suponía un recorte importante respecto al de 2007-2013, se
vendió como una concesión importante la autorización para utilizar esos fondos
en el nuevo septenato, por encima de las partidas ya aprobadas.
A la luz de la raquítica financiación
presupuestaria del Plan Juncker, son preguntas obligadas: ¿Por qué no se han
utilizado, por lo menos, estos 55.000 M€ para financiar el Plan Juncker? ¿Dónde
está ese dinero? ¿Existe o existirá en algún momento, o se trata de un nuevo
engaño? Lo que ya no deja ningún lugar a dudas es que el Plan de crecimiento y
empleo, que no se ha cumplido en ningún aspecto[3], no sólo fue un “no plan”,
sino que fue un “anti-plan” que sirvió de cortina de humo para no invertir lo
ya presupuestado en unos presupuestos escasos, cuando más se necesitaba
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