[Este artículo forma parte del libro colectivo "Europa 3.0. 90 miradas desde España a la Unión Europea", cuyos coordinadores han sido Miguel Ángel Benedicto y Eugenio Hernández. El enlace con el texto completo del libro se puede encontrar en : http://www.plazayvaldes.es/upload/ficheros/europa3.0_ebook.pdf ]
Las políticas de austeridad, reformas estructurales –en su
mayor parte no otra cosa que recortes de derechos sociales y laborales- y
devaluación interna de los Estados con desequilibrios macroeconómicos,
impuestas por Alemania al conjunto de la
UE , a partir de 2010, han sido un completo fracaso económico,
con profundas y negativas consecuencias sociales y políticas. Cuando sus responsables
europeos y los ejecutores nacionales se atreven ahora a anunciar su “éxito” a
los primeros síntomas de un crecimiento débil e incierto habría que recordarles
que: a) provocaron una segunda recesión en Europa (a diferencia de lo ocurrido
en EE UU, Japón y los emergentes con políticas opuestas); b) aumentaron el paro
hasta los 27 millones (12% de la población activa de la UE , con una distribución
enormemente divergente entre el 4% y el 6% de Austria y Alemania y el 26% y 27%
en España y Grecia); c) han producido una disminución de los salarios y las
pensiones que, junto al paro, han provocado un fuerte aumento de la pobreza, de
modo general, y la desigualdad en muchos países; y, c) provocaron la ruptura
del contrato social sobre el que se construyeron los Estados de bienestar
europeos después de la 2ª Guerra Mundial por el deterioro infringido, en
numerosos países, a las prestaciones sociales y los servicios públicos
fundamentales así como a los instrumentos básicos de dicho contrato: la
negociación colectiva y el diálogo social.
La imposición de recortes, desregulaciones y privatizaciones
a través de las condiciones establecidas en los memorandos de entendimiento
(MOU) de la troika con los países
rescatados (incluida España en su rescate bancario) o de las “recomendaciones
por país” de la Comisión ,
dentro del Semestre europeo, se ha hecho con una total falta de transparencia y
de democracia y en campos que no son competencia de la UE (salarios, pensiones,
prestaciones sociales, servicios públicos, negociación colectiva, etc.). Se ha
hecho vulnerando la Carta
de Derechos Fundamentales y convenios internacionales que obligan a los países
de la UE , como los
convenios fundamentales de la OIT
(su Comité de Libertad Sindical ha fallado contra los gobiernos de Grecia y
España por violación de los convenios 87 y 98 sobre libertad sindical). El
conjunto de normas de intervención en materia de “gobernanza económica” –Six pack, two pack, Pacto por el euro
plus, Semestre Europeo, planes nacionales de reforma y recomendaciones por país
y el nuevo Tratado o fiscal compact-
tienen un denominador común: la ausencia o debilidad de los mecanismos de
control democrático y participación social, sean europeos o nacionales.
Esta forma de gestionar la crisis europea ha producido
divergencias económicas y sociales profundas, entre los Estados y en el
interior de los mismos. También, una mayoritaria desconfianza de los ciudadanos
en la UE. En
ausencia de un proyecto de futuro por parte de los partidos mayoritarios, de
las instituciones europeos o de algún gobierno nacional, y ante la constatación
de que se ha gestionado la crisis en beneficio del poder financiero y los
poderes económicos y con un gran desprecio por los derechos de los trabajadores
y la ciudadanía, a favor de unas
naciones y en detrimento de otras, no hay por qué extrañarse de la desconfianza
masiva. Si muchos políticos europeos juegan la baza del nacionalismo y aún del
populismo por puro electoralismo, resulta muy hipócrita lamentarse del progreso
de sus formas más extremas. La crisis europea es ante todo una crisis política,
de aplicación de políticas equivocadas e injustas y de ausencia de proyecto
común de futuro. El progreso de la extrema derecha, de los partidos xenófobos,
populistas y antieuropeos es consecuencia de la crisis política y de la
ausencia de liderazgo político europeo positivo.
Hay que actuar ya para promover una recuperación económica vigorosa
y solidaria con un plan de inversiones europeo potente financiado con eurobonos
(la Confederación
Europea de Sindicatos propone invertir un 2 % del PIB europeo durante 10 años). Es imprescindible una armonización fiscal que
evite el dumping fiscal y sirva de marco de sistemas fiscales progresivos que
proporcionen suficiencia financiera a los Estados y una acción común
prioritaria contra el fraude y la elusión y en pro de la erradicación de los paraísos
fiscales. Un nuevo proyecto europeo que recobre la confianza de la ciudadanía tiene
que basarse en un fuerte pilar social de derechos garantizados por los tratados
y gobernar la economía democráticamente, con competencias reforzadas del PE y los
parlamentos nacionales. Estos cambios, con la finalidad estratégica de
construir una federación de Estados europeos, tienen que ser de una profundidad
que justifica utilizar la expresión refundación política de Europa. El
principal instrumento para la refundación debería ser una convención
constituyente en la que también pudieran participar los interlocutores sociales
y las organizaciones de la sociedad civil. Lo que sintetizo aquí puede que vaya
contra la corriente principal, pero ésta no lleva a ninguna parte. Sin un nuevo
proyecto político avanzado, que una a grandes mayorías europeas en torno a un
nuevo bienestar compartido y solidario, la UE puede llegar a ser insostenible, y quebrarse por
sus contradicciones, divergencias y egoismos nacionales.
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