martes, 16 de julio de 2013

Los españoles no somos idiotas. Es Rajoy quien debe irse

   La falta de voluntad para enfrentarse a la realidad del presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, ha llegado a extremos delirantes en la mini-rueda de prensa que ofreció al término de su reunión con el primer ministro polaco, Donald Tusk. Cuando fue preguntado por los sms intercambiados con Luis Bárcenas se atrevió a afirmar:"Los SMS -publicados por EL MUNDO- sólo ratifican que el Estado de Derecho no se somete a chantaje"

  ¡Cómo es posible que él y sus asesores hayan fabricado tan enorme falacia! ¡Cómo es posible que Rajoy se atreviera a venderla con aparente aplomo, casi sacando pecho! ¡Cómo es posible que piensen que los españoles somos tan idiotas como para creerle!

   Lo único que se puede deducir con sentido de la lectura de los sms es que el Presidente del Gobierno de España ha intentado, durante mucho tiempo, que Bárcenas, persona de su máxima confianza al frente de las finanzas del PP, no confesara, no hablara, no cantara, las irregularidades y delitos que cometió en el ejercicio de sus funciones y que le salpicaban directamente a él, Presidente del PP, y a toda la cúpula dirigente. Porque se trata de hechos que forzosamente tiene que conocer el presidente de un partido, o de cualquier organización, aunque no esté al tanto de los "detalles". Porque se trata de hechos que tienen relevancia penal, buena parte de ellos y ya se encargarán los tribunales de dilucidarlo, pero, sobre todo, se trata de hechos que le incapacitan política y éticamente para gobernar en una democracia. 

   Porque existen indicios y testimonios abrumadores y, después de la declaración de ayer de Bárcenas ante el juez Ruz, abundantes pruebas de que el PP se financió ilegalmente durante décadas, con dinero negro de numerosos empresarios que recibían a cambio contratos en las diferentes administraciones que gobernaban, que para controlar estos flujos ilegales los responsables de las finanzas del PP elaboraban una contabilidad B, que una parte del dinero ilegalmente recibido se destinaba a pagar sobresueldos "en negro"a la cúpula dirigente del partido, y que, finalmente, la persona que percibía sobresueldos más altos se llama Mariano Rajoy. También hay indicios abrumadores y pruebas de que Luis Bárcenas, como ocurre muchas veces en casos similares, aprovechó el sistema de financiación ilegal del PP para enriquecerse personalmente.

   La gravedad de estos hechos, sobre los que existen, repito, indicios y testimonios abundantísimos que los medios de comunicación llevan publicando desde que estalló el "caso Gurtel", estrechamente relacionado con el "caso Bárcenas", es de tal magnitud que en una democracia sana debería llevar a la dimisión inmediata de Mariano Rajoy. 

   Por motivos mucho menores han dimitido ministros o presidentes en Alemania, Reino Unido, Suecia y otros países europeos. Podría Rajoy escudarse en que en otros países, también europeos, tampoco se dimite. Tiene razón. En Italia, Berlusconi no dimitió a pesar de sus continuos procesos por robar, corromper jueces o corromper menores. Calderoli tampoco dimitirá por la "broma" de llamar orangután a una ministra negra. Pero supongo que nadie pensará que Italia es, en este aspecto, el modelo a seguir, Y, en todo caso, Rajoy debería reflexionar sobre el hecho de que Berlusconi tuvo finalmente que dimitir cuando en una rueda de prensa Merkel y Sarkozy se echaron a reir sin disimulo al ser preguntados sobre la fiabilidad del primer ministro italiano.

   La sistemática negativa no sólo a asumir las responsabilidades políticas de tan graves hechos sino incluso a dar explicaciones  mínimamente coherentes de los mismos -me viene a la cabeza la "indemnización en diferido a modo de simulación" de Cospedal para negar que Bárcenas seguía contratado por el PP hasta que se publicaron sus "papeles"- es una mezcla de arrogancia y desprecio a la ciudadanía sin otro fin que la perpetuación en el poder y la defensa de los intereses personales y colectivos de partido de manera sectaria.

   ¿Es que no se dan cuenta de la profundidad del descrédito y la deslegitimación a las que las instituciones democráticas de España se ven sometidas con estas conductas? ¿No le bastaba a Rajoy gobernar con la desconfianza del 80% de los españoles? ¿Quiere acercarse al 100%? ¿O, tal vez seguirán buscando consuelo y esperanza en las cifras de Rubalcaba?

   Quienes creemos en la democracia tenemos que movilizarnos, con firmeza y claridad de objetivos, para cambiar profundamente la democracia española. Lograr la dimisión de Rajoy es sólo el primer escalón.

   

    
  

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